Las primeras muestras escritas de una lengua romance peninsular se encuentran en un manuscrito que estuvo durante muchos siglos custodiado en el Monasterio de San Millán de la Cogolla. Se trata de las Glosas Emilianenses. Durante el franquismo se instauró la doctrina, comúnmente asentada, de que esos textos eran la primera muestra de la lengua castellana. Sin embargo autores tan notables como Rafael Lapesa, Ramón Menéndez Pidal o Heinz Jürgen Wolf mantienen el carácter navarro-aragonés de las glosas. En este volumen, con una introducción del profesor de la Universidad de Oviedo Ramón d’Andrés, se publican las aportaciones de los especialistas citados junto con las de Claudio García Turza, Miguel Ángel Muro y Francho Nagore, incluyéndose una edición facsímil del original, poco conocido hasta ahora, y su transcripción.